Hubo un día en el que sólo le quedó ser y eso dejó de ser importante. Hubo un día en el que no tropezó con ninguna sonrisa, ni tan siquiera la suya antes fácil al otro lado del espejo. Hubo un día en el que todas las promesas se deshicieron como un terrón de azúcar en agua caliente, un terrón negro que perdió su dulzor entre insultos, gritos y reproches. Hubo un día en el que decidió volar porque esa mano sin caricias caía sobre ella tan pesada como sus lágrimas.
Y voló…
Voló del modo más sencillo, o tal vez del más difícil. Con un vuelo desacostumbrado, de esos que no tienen alas, de esos que bañan los ojos en pasado y nos enseñan un suelo cada vez más cercano, de esos que nos obligan a dudar a cada instante.
Pero voló…
Y en lo que duró ese vuelo, recuperó una vieja amiga: su sonrisa.
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